Entre las ruinas del hogar de Olegar, escribiente de Helm, Quelbos Beldesán encuentra un pergamino que no ha sido devorado por las llamas que arrasaron la casa. El Canto de Domork alienta a Quelbos y a sus acompañantes a emprender la búsqueda del Guardián de El Descanso y del dios olvidado Aretsán.
Yo soy el humano inhumano
Espejo de los deseos de los hombres,
Del amor y las ambiciones puras,
De los nobles afanes que no se rinden,
Que no ceden ni ante su propia negación.
Yo soy el Guardián de El Descanso,
El Dulce Reposo, la Eterna Calma,
Sosiego terrenal del alma herida
Que vivir no puede, ni morir quiere.
Yo soy aquel que acudirá
Cuando tú acudas a mí,
Que te ayudará si has ayudado
Y si deseas que te ayuden.
Búscame sin descanso
Por las sendas de la Vida,
Pues pocas son las buenas
Mas yo estoy en todas ellas.